miércoles, 13 de mayo de 2015

Recorriendo la Senda del Lérez

Era un soleado sábado de mayo. El reloj del cuentakilómetros marcaban poco más de las 14:30 horas y yo seguía dando vueltas con la bici sin rumbo fijo. Como otras tantas veces, acabé desembocando en el Puente de los Tirantes, situado a escasos minutos de la zona vieja de Pontevedra. A pesar del buen tiempo el tráfico era escasísimo y no había ningún alma. En los alrededores del Lérez la tranquilidad era absoluta y únicamente se veía perturbada por las vibraciones que el viento producía al oscilar los tirantes de un puente que en ese momento jugaba a ser arpa.

Puente de los Tirantes (Pontevedra). El edificio de la izquierda es el Palacio de Congresos
El punto en el que estaba era el inicio de la Senda del Lérez que tantas veces había recorrido y que finalizaba en la presa de Bora, a seis kilómetros más o menos de donde me encontraba. Revisé la mochila hasta dar con la cámara de fotos, que permanecía abandonada en ella desde la última salida días atrás. Comprobé la batería, la pantalla mostraba 2 líneas. Suficiente.

Inicié la marcha. A mi izquierda se dibujaba una estampa preciosa. El mismo río que nace de forma tímida en la Sierra del Candán a 60 kilómetros aguas arriba de mi posición desemboca aquí de forma esplendorosa y muestra en sus tranquilas aguas los reflejos de algunas de las obras de la Isla de las Esculturas situadas en la otra orilla. Continué pedaleando y rápidamente alcancé la playa fluvial de Monteporreiro para pasar bajo los puentes del tren: uno viejo y con encanto y uno nuevo sin alma. Una clara metáfora del tiempo actual.

A pocos metros, una larga pasarela de madera se desvía a mi izquierda. Desciendo por ella y todo cambia: la naturaleza fagocita todo a mi alrededor y transforma el cielo azul en un manto de tonalidades verdes. Alterno zonas de asfalto, tierra y madera por un bello y sinuoso camino que discurre entre viejos alisos, fresnos, robles, castaños y demás vegetación de ribera que logro distinguir a mi paso. Me olvido de que estoy a escasos minutos de la ciudad. No me cruzo con nadie, pero el bosque está muy vivo. El canto de las aves (pequeños y fugaces petirrojos en su mayoría), junto con el constante murmullo de las aguas del río, convierten el lugar en un paraíso. En la otra orilla, las aguas cristalinas de una pequeña cascada brincan hacia el Lérez, que luce ahora de un color verde esmeralda.


Cascada en la Senda del Lérez (Pontevedra)
Prosigo mi camino y a pocos metros, tras pasar una modesta fuente de piedra, aparecen los restos del antiguo Balneario del Lérez, fundado en 1900 por Casimiro Gómez, un personaje excepcional hijo de una familia humilde de labradores de Viascón (en el cercano municipio de Cotobade) que tuvo que emigrar a Argentina con tan solo 15 años para regresar años después a Pontevedra con una gran fortuna. Sobre su vida y la historia de este gran balneario existe un magnífico libro de Xosé Manuel Pereira Fernández editado por la Diputación de Pontevedra que lleva por título El balneario del Lérez: La aventura termal de Casimiro Gómez.

Los restos del balneario del Lérez en la actualidad
El balneario Villa Buenos Aires en los años 20
Hoy, del majestuoso balneario Villa Buenos Aires y de sus famosas Aguas Mineromedicinales Lérez comercializadas en medio planeta y embotelladas en una fábrica contigua (la marca llegó a ser tan importante que en Inglaterra se creo The Lérez Natural Mineral Walter Company y no son pocas las voces que afirman que numerosas botellas viajaban en el Titanic), únicamente se conserva como un fantasma del pasado un pequeño edificio. En el ambiente ya no resuenan los ecos de un tiempo de esplendor en que el lugar era el punto de encuentro de personajes como Montero Ríos, Vicenti, la infanta Isabel de Borbón, Muley Haffid y otras tantas personalidades de la época.


Presa en el Lérez (Pontevedra)
Mientras pienso que esta historia bien se merecería un cartel en el precioso merendero que descansa en la zona en la que antaño se ubicaba el balneario a la orilla del Lérez, me desvío por un estrecho camino a la derecha, dejando un puente metálico color verde a mi izquierda.


A partir de aquí la vegetación se vuelve todavía más espesa. El sendero transita ahora más próximo al río, que en este punto conduce unas aguas más turbulentas. Blanca espuma surge de las numerosas zonas de rápidos en las que la lámina de agua dibuja texturas imposibles. En algunos puntos, solitarios rayos de sol se filtran a través de las tupidas copas de los árboles rebotando en los charcos formados por las lluvias de días pasados que actúan como espejos. Un nuevo puente metálico similar al anterior hace ahora su aparición. Desde su centro el río se convierte en un gran lienzo en movimiento sobre el cual se ven reflejados los numerosos vencejos que bailan en un brillante cielo azul. Tomo algunas instantáneas del momento.


Río Lérez (Pontevedra)
Continúo el trayecto. Todo me parece bonito. A pesar de que la cámara me indica ya que el nivel de batería es bajo merece la pena correr el riesgo, así que me detengo cada pocos minutos para sacar nuevas fotos. Desconozco el tiempo que estuve así, lo cierto es que pasó un buen rato hasta llegar a los restos de un antiguo molino en cuyo interior todavía descansaban tres grandes muelas. Seguí pedaleando. Pocos metros después pasé por una señal de madera que indicaba que estaba a medio camino entre Pontevedra y el Alto de Mourente.



Restos de un molino en la Senda del Lérez (Pontevedra)
Más adelante, el camino se bifurcaba en dos. Continué por el sendero de la izquierda, que ahora discurría más cercano al río que nunca. Los pequeños saltos del agua en el curso del río eran aquí más comunes y regalaban una bonita y sonora estampa. Estaba cerca de mi destino, pues así me lo confirmaba el ruido que a cada golpe de pedal se hacía más y más fuerte.


Río Lérez (Pontevedra)
Y al fin, entre los árboles, como si de una gran ola se tratase, surge acompañada de un gran estruendo la cascada que forma la presa de Ponte Bora al dejar escapar las aguas del Río Lérez. Saco la cámara, fotografío la escena y la batería llega a su fin. Me digo a mí mismo que ella tampoco quería perderse el espectáculo...

Presa de Ponte Bora (Pontevedra)
Presa de Ponte Bora (Pontevedra)

Os dejo la vuelta en bicicleta desde la presa de Ponte Bora hasta el Puente de los Tirantes y un folleto de la Senda del Lérez editado por el ayuntamiento de Pontevedra. Es una ruta muy sencilla en la que no existen ni repechos ni zonas que entrañen dificultad. Ida y vuelta son aproximadamente 12 kilómetros y es ideal para hacer con toda la familia.


4 comentarios:

  1. ¡Interesantísimo! Dan ganas de recorrer la Senda del Lérez con tan sabias explicaciones.

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    1. ¡Muchas gracias! Es un sitio que merece la pena visitar una y otra vez. ;)

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  2. Excelente blog!! Enhorabuena, conozco muchos de esos lugares, soy aficionado a la fotografia de aves y segurament nos hemos cruzado. Gracias por tu generosidad al compartir esto

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    1. ¡Gracias por el comentario! Yo he empezado con las fotos de aves hace unos días, así que todavía estoy un poco verde... Nos vemos por los caminos. ;)

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