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Cruzamos el portalón y avanzamos ahora por una sinuosa pista de asfalto. Desde este momento uno siente ya que el espíritu de la naturaleza está presente en todas y cada una de las 45 hectáreas que posee la finca. El ruido de la carretera y de esa cicatriz llamada Ence desaparece dando paso a los cantos de los pájaros y el mecer de las hojas verdes de primavera. Los rayos de sol atraviesan las copas de los árboles, iluminando trozos de suelo cubiertos de pétalos pertenecientes a las decenas de camelias que discurren por nuestra izquierda. A pocos metros, a mano derecha, aparece la Fuente de La Concha, una preciosa fuente del siglo XVIII de la cual se desliza delicadamente una pequeña cascada de agua. Esta no es la única de las fuentes que nos encontraremos en nuestro paseo. Unos pasos después llegamos a la Fuente de los Tornos, que data del siglo XVIII y está situada al lado de un bonito lavadero.